Prefacio
En Charlas de hospital se condensan casi treinta años de vida de alguien que todavía está recorriendo un largo camino como médico y como ser humano. De personalidad vigorosa, Adrián Baranchuk moldea, marca rumbos e imprime actitudes con su presencia y enseñanzas. Pertenece a una generación que no se resignó solo a la fría práctica profesional, sino que se proyecta de manera generosa en la vida y en los sentimientos de los demás para cuidar, sanar y compartir las angustias y el dolor del otro. Cursó sus estudios secundarios con uno de mis hijos. Ya entonces me impresionó tanto su inteligencia y vivacidad, así como su afán permanente de atesorar conocimientos.
Los recuerdos de Adrián de un hospital se remontan a la infancia, cuando acompañaba a su padre, médico destacado que, a la sazón, era director de la Maternidad Sardá, el hospital más importante de la especialidad en la ciudad de Buenos Aires. Allí, aprendió a jugar al ajedrez y fue testigo presencial y admirador de la abnegación, vitalidad, amor por la profesión y comportamiento ético de su padre. Como resultado de dicha admiración, ingresa a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires con el deseo y con la convicción de seguir los pasos de su progenitor. El humanismo, el acerbo cultural y la afición estética de Adrián fueron recibidos por influencia de su madre, cultora de la belleza del espíritu y de todo aquello tocado por la virtud.
El fuerte perfil de su personalidad, su estructura moral, sus logros académicos y su laudable vocación médica y docente le han hecho acreedor del respeto de sus pacientes, de sus pares y de la comunidad científica internacional.
Aun cuando el Dr. Baranchuk zumbonamente dice que “el idealismo poético le es esquivo”, el lector comprobará que esto no es cierto. Escribe… y escribe muy bien, denotando una exquisita sensibilidad y un enorme bagaje cultural y conocimiento musical. En su particular estructura literaria, Charlas de hospital abarca, más allá de la mera medicina y la cardiología, un mosaico de alusiones a la condición humana en donde sus personajes, o el mismo autor, se muestran con llaneza y espontaneidad natural desde diferentes perspectivas. Para la mentalidad pragmática del médico, el poder manejar el sentido ético de la vida y de la profesión hace de Charlas de hospital un aporte significativo para quienes comienzan a recorrer el nada fácil camino de la profesión. Todos estos ingredientes hacen que este libro resulte cautivador desde la primera página y su ritmo vertiginoso nos impide abandonar su lectura hasta el final, en donde Adrián hace gala de sus dotes de escritor, poeta y músico.
La imaginación de Adrián es humorística y, al mismo tiempo, enciclopédica y eticista. Como una metáfora, cada situación que describe es lo que dice y también lo que alude, cuya interpretación está a cargo del lector. Su prosa florida y fresca, con una arquitectura narrativa y un estilo muy personal, está impregnada del folklorismo de nuestra lengua y de “lo argentino” (y más aún “porteño”),y como tal, es difícilmente traducible a otra lengua.
Con gran maestría, los diálogos y las reflexiones de las anécdotas tienen la virtud de reafirmar los valores morales, la ética y el humanismo que deben regir nuestra profesión para denunciar injusticias, discriminación o corrupción. Particularmente, es rescatable el tratamiento que el autor realiza en relación con las distintas formas de la discriminación que afectan o sufren los médicos por parte de los pacientes, los familiares de los pacientes o los mismos colegas.
En sus capítulos, el libro deja traslucir nuestra sufriente y dolorosa realidad en lo que respecta a la relación médico-paciente y a la no menos importante relación con sus familiares. Receptivo, persuasivo, pedagógico y consolador, Adrián muestra cómo atemperar estas falencias en el particular espacio de la terapia intensiva, en los complejos procedimientos invasivos y en la asistencia cotidiana.
El último capítulo es una vibrante descripción del amor paternal. El Dr. Baranchuk analiza y reflexiona sobre su tarea diaria en el laboratorio con sus pacientes, pero ahora se trata de decidir el tratamiento para su hija Gala, que va a ser sometida a una ablación por radiofrecuencia de una vía accesoria. Aun cuando el procedimiento presenta muy bajo riesgo de complicaciones, relata los momentos de angustia, de dolor y de miedo vividos para tomar la decisión: la posibilidad de muerte por la presencia de una vía accesoria no tratada o relacionada con una complicación. Conocedor, como el mejor, del manejo de esta patología, debe decidir qué hacer con Gala y comenta que “saber mucho puede ayudar, pero también conlleva el inconveniente de saber demasiado”, y es precisamente su gran experiencia lo que genera su aflicción y duda dolorosa. Finalmente, todo sale bien y comparte su alegría con Bárbara, su “mujer de fierro”, y Gala.
A pesar de la existencia avasalladora de otros medios de comunicación, el libro médico sigue siendo sinónimo de estudio, producto de reflexión y cuidadosa elaboración, y Charlas de hospital reúne estos requisitos. Estudiantes jóvenes, residentes, médicos y hasta el más encumbrado profesor podrán disfrutar de las vivencias profundamente humanas que enmarcan nuestra profesión, que Adrián Baranchuk transmite con estilo personal, simbólico e íntimo.
Marcelo Elizari
En Charlas de hospital se condensan casi treinta años de vida de alguien que todavía está recorriendo un largo camino como médico y como ser humano. De personalidad vigorosa, Adrián Baranchuk moldea, marca rumbos e imprime actitudes con su presencia y enseñanzas. Pertenece a una generación que no se resignó solo a la fría práctica profesional, sino que se proyecta de manera generosa en la vida y en los sentimientos de los demás para cuidar, sanar y compartir las angustias y el dolor del otro.